Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos, Cuaresma y Campaña Compartir
Con el miércoles de Ceniza (06 de marzo) el universo cristiano católico pone el signo iniciador del inicio de la Cuaresma y la apertura de la XXXIX Campaña Compartir cuyo lema este año es “no dejemos a nadie detrás. Aporta para asistir a nuestros ancianos y niños que han quedado solos como consecuencia de la migración”.
En la imposición de la ceniza tenemos dos fórmulas tradicionales “arrepiente y cree en el Evangelio” y “acuérdate que eres polvo y al polvo has de volver”.
Por tradición sacramental, la Cuaresma es preparación inmediata de los catecúmenos (tres o cuatro años de preparación) a la iniciación cristiana (bautismo, confirmación y primera Eucaristía) en la Vigilia Pascual y de los penitentes a la reconciliación que les era concedida inmediatamente antes de la celebración de la Pascua.
La Pascua nunca ha de ser considerada como un simple aniversario de la Pascua del Señor Jesús., como un recuerdo, una fiesta conmemorativa. La liturgia siempre es actualización, vivencia mediante los sacramentos que nos injertan en Cristo y nos renuevan esta inserción recibida en la iniciación; el sacramento de la Penitencia, como segundo bautismo nos restituye, o renueva y perfecciona nuestro ser Cuerpo de Cristo, estropeado a menudo por el desgaste del pecado.
Toda comunidad cristiana en Cuaresma es invitada a prepararse a renovar su iniciación (en la Vigilia Pascual) y a seguir un camino de conversión para “hacer penitencia” de verdad, es decir para convertirse de corazón a Dios y a los hermanos.
Es preciso proponer a los fieles el objetivo de la renovación de las promesas bautismales de la Vigilia Pascual, que debe ir precedida por un esfuerzo de clarificar qué es ser cristiano hoy en la doble vertiente de la renuncia (conversión) y de la fe, y también por una “programación penitencial” en la que no debe faltar la oferta de la reconciliación personal y la celebración comunitaria penitencial.
Es preciso inculcar a los fieles que esta sería la mejor respuesta a la pregunta: ¿Cómo forjamos la cuaresma este año? Pues profundizando y renovando nuestro ser cristiano. La iglesia nos enseña que la cuaresma es una caminata, un ejercicio eclesial de penitencia, conversión y conmemoración bautismal. Vivir hoy nuestra vida cristiana es vivir el don bautismal de la vida nueva Pascual de Cristo.
Cuando comparamos el ideal evangélico con la línea concreta de nuestra vida, veremos, tal vez, divergencias más o menos grandes, que tenemos que cambiar, que mejorar; así hemos de torcer la dirección que llevamos para que las líneas de nuestra vida y las del Evangelio coincidan. La acción de mejoramiento, de cambio de dirección se llama conversión.
Esto requiere, por una parte, del don de Dios Padre, de su gracia; por eso la Cuaresma es el tiempo de intensificar la oración y de escuchar con más frecuencia la Palabra. Y por otra parte se necesita nuestra decidida acción de conversión, esto es lo que significó nuestra recepción de la ceniza. Al recibirla, reconocemos también el poder salvífico del Señor Jesús que nos invita a participar de su vida nueva de Resucitado.
Así con este primer domingo de Cuaresma nos adentramos en el período de austeridad, para despertar el hambre de Cristo y de su santa palabra
Decálogo del signo cuaresmal de la ceniza
1.- Este signo quiere expresar el reconocimiento de nuestra condición humana, tan limitada y corruptible. Así lo expresa una de las fórmulas con las que el presbítero o el ministro puede imponer la ceniza a los fieles: “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”. La ceniza habla de caducidad, de lo perecedero. La ceniza es también signo de la posibilidad de resurgir. En el fuego quedan siempre en el rescoldo las cenizas.
2.- La ceniza simboliza el árbol quemado y calcinado. Fue precisamente en un árbol -el árbol de la cruz- donde Jesucristo fue crucificado. Evoca la cruz y anticipa también la Pascua. El árbol de la cruz es el árbol de la vida.
3.- La ceniza nos llama asimismo a la humildad, a la austeridad. Nos alerta sobre el orgullo y la autosuficiencia. ¡Qué más pobre e insignificante que la ceniza!
4.- La ceniza nos interpela a poner el fundamento de nuestra existencia en Jesucristo, Hoja y Árbol perennes. Sólo El nos puede liberar de la destrucción, de la corrupción y de la muerte. Cristo es la verdadera y única medicina de inmortalidad y eternidad.
5.- La ceniza es símbolo de conversión. Por eso, al imponer la ceniza, la fórmula más usada es la que dice: “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.
De este modo, podemos afirmar que la ceniza que Dios quiere, que la ceniza cristiana es:
1.- Que no te gloríes de ti mismo: Tus talentos los recibiste para servir.
2.- Que no te consideres dueño de nada: eres sólo un humilde administrador.
3.- Que aprecies el valor de las cosas sencillas y humildes, de los pequeños gestos cotidianos.
4.- Que vivas el momento presente en compromiso y esperanza, vislumbrando en el quehacer de cada día el rostro de la eternidad.
5.- Que no temas desesperadamente al sufrimiento, al dolor, a la destrucción, a la muerte: La ceniza surge de un árbol y para los cristianos ese árbol no es otro que el árbol de la cruz de Jesucristo, el árbol de la Vida para siempre.