Monseñor José Manuel Romero Barrios, Obispo auxiliar de la Diócesis de Barcelona y rector de la parroquia San Juan Bautista en San Tomé.
El cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio llamó la atención ya desde el Cónclave que eligió a Benedicto XVI. Su figura se agiganta por su decisiva participación en la redacción del documento final de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida (mayo 2007).
En el preconclave que tuvieron los cardenales en febrero 2013, con el fin de definir los rasgos del perfil que debería tener el nuevo Obispo de Roma, el Cardenal de Buenos Aires volvió a llamar la atención cuando dio claves certeras sobre el modelo de iglesia
Francisco, todo un programa
Ya la escogencia del nombre que definiría su ministerio como sucesor del Apóstol San Pedro traza con líneas bien definidas su trayectoria.
Francisco, el pobrecillo de Asís es el más universal de los santos de la fe católica.
Su proceso de conversión, su amor a los pobres, su tarea de renovación y reforma de la Iglesia, su amor a la naturaleza con el Cántico de las Criaturas, su amor a la pobreza como camino y forma de evangelización, marcan la hagiografía católica
Francisco Javier, el Divino Impaciente, compañero Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, -orden religiosa de la que proviene Jorge Mario-, fue un gran evangelizador. Tenía como alas en los pies para recorrer caminos y llegó hasta las fronteras del mundo chino.
Cuando el 13 de marzo, después de la elección, hizo su aparición en el balcón de la basílica vaticana dio muestras de la simplicidad de su gestión. Vistiendo solo la sotana blanca y usando la cruz pectoral que utilizaba en Buenos Aires, se inclinó para que los fieles reunidos en la plaza de San Pedro orasen por “el Obispo de Roma”, atrajo todas la mirada de los millones de telespectadores. ¡¡¡Que los fieles oren por el ministro ordenado!!!, algo inusual. Y ha seguido manteniendo esta costumbre con el mantra que siempre repite al final de sus intervenciones “y por favor, no se olviden de orar por mi”.
La forma directa, sencilla y simple de sus intervenciones llegan al corazón de personas de toda clase social y religión, aún de no creyentes.
Su estilo hace recordar al papa San Juan XXIII, promotor del Concilio Vaticano II (1962-1965), encuentro mundial de todos los obispos del mundo entero y que marcó una nueva época en la vida de la Iglesia y en su relación con el mundo; en palabras del Papa Francisco: “La Iglesia siente la necesidad de mantener vivo este evento… Derribadas las murallas que por mucho tiempo habían recluido la Iglesia en una ciudadela privilegiada, había llegado el tiempo de anunciar el evangelio de un modo nuevo” (documento de Convocatoria del Año de la Misericordia 2015).
Durante la semana del 19 al 25 de marzo 2018 tendrá lugar en Roma un encuentro del Papa con jóvenes de todo el mundo. El ha dicho que desea escucharlos en directo, sin intermediarios. Y allí estarán jóvenes católicos, no católicos, jóvenes que no profesan ninguna religión; algunos vienen del mundo de la droga, de las cárceles. Algo inédito.
En octubre 2018 se tendrá en El Vaticano, el Sínodo de los Obispos con la temática “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional». En el Documento preparatorio se expresa que “la iglesia ha decidido interrogarse sobre cómo acompañar a los jóvenes para que reconozcan y acojan la llamada al amor y a la vida en plenitud, y también pedir a los mismos jóvenes que la ayuden a identificar las modalidades más eficaces para anunciar la Buena Noticia. A través de los jóvenes, la Iglesia podrá percibir la voz del Señor Jesús que resuena también hoy” (p.12).
Tamaña tarea tenemos entre manos: Acompañar a los jóvenes para roturar estos caminos nuevos. Con esperanza y alegría como la hace el Papa Francisco. Que podamos afirmar Yo viví en el tiempo del Papa Francisco, tiempos para soñar nuevas inmensidades.