El mil millonario gasto que conllevó la tercera edición del Festival Suena Caracas, es la bofetada de ida y vuelta que el gobierno de Maduro propinó a cada venezolano que hoy llega a la caja de cualquier abasto con dos tarjetas de débito y unos billetes en la mano para medio comprar, agarrando de aquí y de allá, de dos cuentas bancarias en las que queda un repele.
2 millones de dólares es la grosera cifra que manejan políticos de oposición y economistas. 2 millones de dólares para traer artistas de Latinoamérica a que le canten a una gente enferma de hambre.
La enfermedad del hambre es la base de todas. Si usted no tiene para comer, si no tiene tampoco para darle a su hijo o a su mamá, personas que mantiene porque es el único sueldo de la casa, entonces usted tampoco tiene para resolver una fiebre, un examen de sangre, menos un rayos X o algo más complicado. Gente comiendo de la basura, ya no es ninguna novedad. Es más, ya pasó de moda. A mitad de año agarró fuerza en muchos medios de comunicación, ninguno del Estado por supuesto. Pero la moda no pasó porque ya esto dejó de ocurrir. Pasó de moda porque se mantiene, es un triste episodio de nuestra vergonzosa rutina.
La bofetada de ida y vuelta, dada con ganas, a plena luz del día, en rueda de prensa, casual, estridente y grotesca, se multiplica por mil cuando deciden suspender el festival un día después de inaugurado, por respeto. Respeto al maligno y poderoso Fidel. El Fidel cubano que siempre tuvo el capricho de ser venezolano. Hoy, una Caracas violenta, sangrienta, agresiva y enferma dice ´paren la música´ por respeto a Fidel. La misma Caracas que no chista con el ruleteo de miles de enfermos que encuentran la muerte malamente, en una camilla de ambulancia; la misma Caracas que lava la sangre de sus calles para montar una tarima costosísima.
Llora Caracas, Muere Caracas, Grita Caracas, cambió hoy por Indolente Caracas.