(Christus Vivit, 48)
Una Iglesia en salida. Los cristianos son gente de paso y extranjeros en el mundo (cfr. 1Pe 2, 11). Nuestro seguimiento a Jesús debe estar marcado por un profundo fuego de llevar el evangelio a todos los rincones del mundo. Esta fuerza que nos da el Espíritu Santo es un regalo que el mismo Jesús nos dejó antes de su partida. “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20).
Una Iglesia en salida = discípula-misionera. ¿Pero qué significa ser discípulos hoy? Lo primero es que formas parte de una comunidad, las enseñanzas recibidas en el evangelio son para ser trasmitidas a los demás. La tentación es quedarnos encerrados en nosotros mismos, en un mero cumplimiento de nuestras responsabilidades cotidianas que van desgastando nuestro ser misionero.
Lee la serie:
- Para que la luz de la Esperanza no se apague (I)
- Para que la luz de la Esperanza no se apague (II)
- Para que la luz de la Esperanza no se apague (IV)
Los jóvenes han redescubierto que el servicio a las comunidades adquiere un plus cuando se realiza en equipo; que la evangelización no es solo una experiencia comunitaria sino también una experiencia mutua. El Señor Jesús quiere que los evangelizadores lleven a cabo su ministerio no como los “profesionales” que conocen los problemas de sus clientes y los cuidan sino como hermanos y hermanas vulnerables que conocen y son conocidos, que cuidan y son cuidados, que aman y son amados.
Los jóvenes entregan el mensaje de Jesucristo no como una mercancía sino como una verdad que viven. El mundo en el que vivimos- el mundo de la eficacia y del dominio- no tiene modelos que ofrecer a los que quieren ser evangelizadores de la forma en que lo fue Jesucristo. El liderazgo del que nos habla el Maestro de Nazareth es radicalmente distinto del que nos ofrece la sociedad actual. Es un liderazgo de servicio en el que el líder es un servidor vulnerable, que necesita de las personas necesita tanto como las personas necesitan de él; hacen accesible a los demás su propia fe, sus dudas, sus esperanzas, los gozos y tristezas.
Movernos a una evangelización nos hace salir al otro, para escucharlo, para hacerlo partícipe de la misión, pero, sobre todo, para ser cada día más fraternos con nuestros hermanos. “Hoy, en este «vayan» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”. (Evangelii Gaudium. 20).
3.La Evangelización hoy no se trata de llevar un contenido catequético a la gente o a las comunidades, sino se trata de conectar con la vida misma de las personas. Vivimos en las burbujas eclesiales, cada quien desde su grupito. No puedo ser discípulo sin ser misionero y no puedo ser misionero sin ser discípulo. “La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera. La experimentan los setenta y dos discípulos, que regresan de la misión llenos de gozo (cf. Lc 10,17). La vive Jesús, que se estremece de gozo en el Espíritu Santo y alaba al Padre porque su revelación alcanza a los pobres y pequeñitos (cf. Lc 10,21). La sienten llenos de admiración los primeros que se convierten al escuchar predicar a los Apóstoles «cada uno en su propia lengua» (Hch 2,6) en Pentecostés. Esa alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está dando fruto”. (Evangelii Gaudium. 21).
No podemos tener una Iglesia que enseña cosas, sino una Iglesia que aprende y aprende de todos. Por eso la Iglesia se debe plantear desde la co-gobernanza. Los laicos formamos parte de la Iglesia como elemento constitutivo de la misma, no como simple apoyo. Si yo soy co-responsable de la Iglesia también debo ser co-partícipe de las decisiones que se tomen. “La participación se funda sobre el hecho de que todos los fieles están habilitados y son llamados para que cada uno ponga al servicio de los demás los respectivos dones recibidos del Espíritu Santo”. (CTI) Pág. 69.
07/08/22
+José Manuel, Obispo de la Diócesis de El Tigre.