Artículo dominical escrito por monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
(Christus Vivit, 48).
Los jóvenes, agentes transformadores en la Iglesia y en la Sociedad “un joven no puede estar desanimado, lo suyo es soñar cosas grandes, buscar horizontes amplios, atreverse a mas, querer comerse el mundo, ser capaz de aceptar propuestas desafiantes y desear aportar lo mejor de sí para construir algo mejor” (CV 14).
Para muchos pensadores, estudiosos de la realidad social, el joven se ha caracterizado por ir contra corriente en un momento determinado de la historia que les ha tocado vivir porque tienen un natural espíritu creativo y se percatan de la necesidad de realizar cambios para permitir que la sociedad avance.
La historia ha dejado constancia de la presencia de los jóvenes en momentos fundamentales de la vida de los pueblos; por ejemplo, en el libro del Éxodo 24,5 Moisés escogió a unos jóvenes para que ofreciesen sacrificios en el momento de la ratificación de la alianza. Quiere expresar, quiere que el pueblo perciba la novedad de lo que se estaba realizando, que mirase ese momento siempre con ojos nuevos, con ojos y corazones juveniles.
Mirar la realidad con una mirada entusiasmante, con mirada juvenil no hará desaparecer las dificultades, los problemas, sin embargo, se podrán descubrir las oportunidades, los espacios desde los cuales se podría partir para ofrecer, para dar alas a la esperanza.
Considero que los jóvenes en nuestro país tienen un reto muy importante: dar razón de nuestra esperanza (cfr. 1 Pe. 3,15). En el contexto actual creo que pueden ser agentes de transformación y para ello centraré mi reflexión en algunos rasgos del tipo de liderazgo que considero están desarrollando actualmente nuestros jóvenes, rasgos que pueden incidir en la renovación del ser de los líderes y de su actuación tanto en el seno de la iglesia como en de la sociedad.
Constructores de la Civilización del amor. El Reino de Dios como Don y regalo de Dios Padre
Se puede decir que Jesús nos regala muchos dones, vivir en su seguimiento nos puede hacer personas moralmente únicas, puede traer paz al mundo, incluso, una mejor condición de vida humana en esta tierra; pero el mayor don que nos regala Jesús de Nazaret es traernos a Dios Padre a nuestra existencia, revelárnoslo. Ha hecho que Dios sea cercano “Quien no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1Jn, 4,8).
De manera sencilla al hablar del Reino de Dios, Jesús anuncia simplemente a Dios, a saber, que está vivo y que es capaz de actuar en la historia y en el mundo; “Dios Padre es Dios del presente y se revela a los que intentan escuchar atentamente el presente en el que viven para deducir los pasos que tienen que dar hacia el futuro”.
Esta buena noticia es traída por Jesús de manera concreta. El reinado de Dios que anuncia está enmarcado no sólo en el Antiguo Testamento, en Abrahan y los profetas, sino que encuentra un lugar concreto en las enseñanzas de Jesús: “Se ha acercado el Reino de Dios” (Mc 1,15), “Ha llegado a ustedes” (Mt 12,28), “Está en medio de ustedes” (Lc, 17,21). Un joven para que pueda ser transformador de una Sociedad debe trabajar por seres humanos concretos y se hace novedad no por sus grandes proezas, sino por sus enseñanzas concretas que son como el grano de mostaza, la levadura que hace crecer la masa, el grano de trigo que cae en tierra, muere y da frutos abundantes. Con sencillez, como alguien completamente irrelevante, presentándose ante el mundo como una persona totalmente vulnerable. No son superhéroes, son seres de carne y hueso que se compadecen de los más necesitados.
Así como el Señor Jesús que vino a revelarnos el amor de Dios Padre.
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