Artículo dominical escrito por monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
I. *Fundamento de la obediencia. Es preciso delinear que el ser humano se descubre inserto en una comunidad de una forma natural: en efecto, nace en el seno de una comunidad familiar y es en su seno donde va moldeando su capacidad de asentir a la forma de vida que la misma comunidad le ofrece.
Es preciso acotar que la misma pequeña comunidad está insertada en una intrincada red de relaciones con otras semejantes.
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Cada ser humano al nacer, de una forma natural “no es originariamente un individuo completamente aislado, sino que mediante sus inclinaciones y aptitudes naturales, ha sido insertado por Dios en una comunidad cuyo bien común se garantiza con la obediencia a los mandatos de la autoridad (CFT, p, 164).
Esto que se constata a nivel de la sociología, en la dinámica de la historia de humana es una realidad que se constata también en la historia de la salvación ya que Dios Padre “quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un pueblo….(LG 16).
1.1. Breve recorrido por las Escrituras
*Tanto en idiomas semíticos como en los indogermánicos, el concepto Obediencia está relacionado con la palabra “oír” y expresa la disposición a escuchar las manifestaciones de los demás y a seguir su voluntad.
Especialmente en el libro del Deuteronomio aparece la expresión Shema Israel = escucha Israel. Es una escucha eminentemente eclesial, litúrgico, a la que es llamado todo el pueblo.
La escucha es un evento que se renueva cada vez que es proclamada la Palabra, es como si fuese la primera vez que esa viene escuchada (cfr. Dt 5,3). La revelación veterotestamentaria acentúa el sentido del escuchar: YHWH no se ha revelado a Israel haciéndole ver su rostro sino haciéndole escuchar su voz.
Para la vida espiritual hay una premisa fundamental y es que la escucha exige que se tenga confianza en el que habla. El hecho que nuestra existencia espiritual sea puesta bajo el signo de la escucha antes que de la visión significa que debemos aceptar responsablemente el riesgo de la fe, creer sin ver, esperar en la fe la realización aún no observable de las promesas del Señor.
Otra consecuencia práctica que surge de la fe en un Dios que se deja escuchar pero no ver, es que la escucha al contrario de la visión, es siempre una experiencia abierta que no puede agotarse en sí misma sino que exige una realización operativa de la palabra oída.
La religión bíblica es una religión de la escucha y no existe escucha sin respuesta: en este caso sin responsabilidad moral. La religión de los ídolos –viejos y nuevos- puede ofrecer a sus seguidores algunos objetos fantásticos y sugestivos solo para contemplarlos sin ningún empeño o compromiso moral.
En esta perspectiva tendremos que colocar la prohibición de imágenes, que encontraría su motivación más profunda en el hecho que la única imagen visible de Dios es el hombre mismo y no el ídolo.
De tal manera que toda contemplación que sustraiga al hombre de sus responsabilidades concretas en relación con sus semejantes lo aliena también de la verdadera adoración al Dios invisible: “quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 Jn. 4,20).
27/03/22
+José Manuel, Obispo