Por los caminos. Artículo dominical de monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre.
Este séptimo domingo del tiempo ordinario la liturgia de la Palabra nos propone la lectura del Evangelio en la versión de San Lucas capítulo 6, versículos del 27 al 38;
Lucas nos narra (6,17-19), que descendiendo de la montaña con los Doce apóstoles, Jesús encuentra a una gran muchedumbre que quería escuchar su palabra y tocarlo, porque de Él salía una fuerza que sanaba a todos. Jesús acoge a las gentes y les dirige la palabra.
El texto de la Liturgia de este domingo nos pone a consideración una parte del discurso que Jesús pronunció en aquella ocasión. En el evangelio de Lucas, los destinatarios de este discurso son “los discípulos” y aquella gran multitud de pueblo venido de toda la Judea, de Jerusalén y del litoral de Tiro y de Sidón (Lc 6,17), o sea, se trata de judíos (Judea y Jerusalén) y de paganos (litoral de Tiro y de Sidón). En el Evangelio de Mateo, este mismo discurso se presenta como la Nueva Ley de Dios, como la Antigua Ley, pronunciada desde lo alto de la Montaña. (Mt. 5,1).
Desde el inicio el tercer evangelista recalca que el Señor Jesús enseñaba a los que le seguían. Recalca que muchas personas querían escucharle. Por eso en este capítulo sexto presenta el discurso de apertura del Maestro de Nazareth.
En esta oportunidad encontramos cuatro bienaventuranzas y cuatro ayes o lamentaciones, dirigidos a una comunidad helenística de ricos y pobres. Contiene también indicaciones nucleares de cómo deben comportarse los que deseen ingresar en su seguimiento.
El auditorio conformado por pobres, enfermos, se encuentra con una enseñanza que no tiene parangón en sus exigencias porque va “contra corriente” de las enseñanzas de las escuelas de los escribas y fariseos en las que se inculcaba amar al prójimo y odiar al extranjero, al enemigo.
Y he aquí que el Maestro deja caer la frase central “hagan a los demás lo que ustedes quieren que les hagan”. Frases similares se encuentran en muchas culturas. En verdad, el Señor Jesús verbaliza una verdad profunda del corazón humano: es el sueño de toda persona. En lo hondo de la vida todos soñamos con la fraternidad universal, con la paz, con el deseo de bienestar para todos.
Los miembros de una misma familia procuran siempre ayudarse; no podríamos considerar a los otros como miembros de la misma familia humana porque son seres humanos como nosotros. En el rostro del “otro” hemos de aprender a descubrir el rostro del “Otro”. No te importen la raza ni el color de la piel, ama al otro y haz el bien.
La fuente de esta nueva enseñanza es que Dios Padre es misericordioso: nos ama más allá de que hayamos hecho algo para merecerlo. Ese es su ser. Pues, bien hemos sido creados a imagen y semejanza de la Santísima Trinidad. Es preciso actuar según el patrón, el modelo, divino.
20/02/22
+José Manuel, Obispo