Artículo dominical de monseñor José Manuel Romero Barrios. obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
Hemos sido bautizados. Estamos siendo bautizados todos los días. Muy pequeños fuimos llevados al templo y un ministro de la iglesia celebró nuestro bautismo.
Qué hermoso que Dios Padre no nos ha conquistado sólo mediante ideas, y teorías o mediante piadosas disposiciones de ánimo y sentimientos, sino mediante la acción corpórea realizada con su fuerza por la acción realizada allí, en la majestuosa catedral, o en la sencilla capilla de un pueblecito, o también debajo de un frondoso árbol en un campo.
Detrás de esta realidad no está nuestra decisión. No. Lo más hermoso, y ese es nuestro consuelo y nuestra confianza, que la Santísima Trinidad se ha comprometido con nosotros solemne y públicamente y ha derramado su espíritu de amor en nuestros corazones desde los albores de nuestra vida.
La vida cristiana es un don del Altísimo, es un regalo que recibimos inmerecidamente gracias al Misterio Pascual de Nuestro Señor Jesucristo, de cuyo costado abierto manó la sangre junto con el agua.
El bautismo es zambullirnos en la generosa, gratuita, misericordia divina. Antes de hacer méritos nosotros, Él nos ha amado. La primera y la última experiencia de la vida es Dios. No la idea ni el nombre. Él nos ha tomado, no es que nosotros lo hayamos comprendido. Le ha impreso a nuestro corazón una dirección.
Este claro, preciso y salvífico testimonio de Dios Padre es más importante que el cansado, ambiguo y opaco testimonio de nuestro corazón; Él nos ha dicho en el bautismo: tú eres mi hijo, tu eres mi hija y te convierto en templo de mi espíritu; te regalo toda mi vida para que pases por el mundo haciendo el bien, que a tu paso crezcan en tu entorno el bien, la belleza, la bondad.
Esa es la vocación de todo bautizado, de toda bautizada, porque el suave espíritu divino reside en lo más profundo de nuestro ser, allí donde no llega nuestra psicología, para configurarnos con Cristo, para que hagamos nuestros sus sentimientos.
Es fascinante observar cómo las máquinas modernas confeccionan unos bordados porque tienen un programa que permite hacerlo. En el bautismo la gracia divina coloca en nuestra vida todo el programa de la filiación divina. Lástima que los virus desvirtúan nuestra opción y nos alejan de la vivencia de la vida de hijos e hijas del Padre, y de la fraternidad.
De vez en cuando, sentimos unas punzadas cuando tocamos el sufrimiento de los pobres, de los niños inocentes, de los ancianos abandonados que hurgan en la basura buscando algo para llevarse a la boca Y gritamos que eso, eso es injusto; nos llenamos de ira y despotricamos contra el Creador.
Este es el quid de la cuestión: los seres humanos, habiéndonos olvidado de nuestro Creador, nos hemos convertido en lobos de nuestros hermanos y hermanas.
En el reverso de esas situaciones, encontramos también gestos de solidaridad que nos permiten atisbar que hay luz en medio de la oscuridad. El ciudadano venezolano que se lanzó a un río para salvar a un niño, lo logró pero él fue arrastrado por la corriente. Muchas instituciones y personas que luchan a brazo partido para rescatar a las prostitutas, a los drogadictos de las mafias que les esclavizan.
En ellos y en otros tantos, logramos columbrar un mundo nuevo, un mundo que responde al proyecto divino. ¿Sabes el sitio donde te bautizaron y la fecha?, ¿el nombre del ministro que lo hizo?, ¿tus padrinos? Sería bueno volver a tus raíces.
09/01/22
José Manuel, Obispo